La expresión del jefe se volvía más y más fea.
Le pasó el bote de aceite a Mo Ruyue y dijo —En total, un táel de plata. Ustedes son extranjeros que viven en la casa del lado oeste, ¿verdad?
—Sí, lo soy.
—Déjeme darles un consejo. Esa casa no está limpia. Lo mejor sería mudarse para que algo así no vuelva a ocurrir el próximo mes.
—Jefe, ¿puede decirme por qué?
Mo Ruyue sentía un poco de curiosidad. ¿Cómo podría haberse encontrado con algo así?
El jefe dudó.
—Jefe, aquí tiene. Quédese con el cambio. Quiero escuchar la historia —Mo Ruyue sacó diez táeles de plata y se los dio al jefe.
El jefe al principio no quería decirlo. Después de todo, esas cosas eran demasiado de mala suerte.
Sin embargo, cuando vio a Chu Ruyue sacar diez táeles de plata, no pudo resistirse a la tentación.
En este pequeño pueblo, ganar unos pocos táeles de plata al día ya se consideraba bastante bueno.
