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El demonio la llevó a la mazmorra, donde todo tipo de personas estaban encarceladas.
Esas personas estaban básicamente en un estado terrible. Estaban o bien cubiertas de heridas o medio muertas.
Toda la mazmorra estaba llena de un olor penetrante.
Las cejas de Mo Ruyue se fruncieron fuertemente mientras seguía al demonio.
—¿Sabes quiénes son? —el demonio preguntó con voz baja, su expresión oscura.
—¿Cautivos? —casi. Algunos son cautivos, otros son espías de otras sectas .
Mo Ruyue se quedó impactada y sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal.
—¡Ah... mátame! —una voz miserable sonó. Aquellos que no podían soportar la tortura del castigo solo querían morir rápidamente. No podían vivir ni morir.
Mo Ruyue miró a los prisioneros, sus ojos llenos de desesperación.
—Entonces, ¿hay espías dispuestos a unirse al Reino Demoníaco? —preguntó.