Al ver así a sus dos hermanos mayores, Mo Ruyue solo pudo dejar la misión de lado y pensar en cómo acercarse a Wei Hongmei.
Conocerse a uno mismo y conocer al enemigo aseguraría la victoria en cada batalla. Tenía que observar a Wei Hongmei en secreto.
—Hermana menor Ruyue, ¿qué tal si permito que Xunyang te lleve a pasear? —preguntó él.
—No es necesario, no es necesario. Simplemente saldré y pasearé por mi cuenta —respondió ella.
Mo Ruyue movió la mano y salió con tacto. Baili Xi vio que tenía algo que decirle a Jing Xichen, y no quería que ella lo supiera.
Tal vez, en los ojos del Hermano Mayor, ella todavía era una extraña.
Mo Ruyue caminó hacia afuera. No llevaba una máscara.
En tanto no dijera nada, nadie sabría que ella era la santa del mundo demoníaco.
Ahora que conocía las pistas para conseguir la semilla de fuego de siete colores, tenía que confiar en su propia fuerza para obtener la semilla de fuego de siete colores.