Oyendo las palabras de Mo Ruyue, Gu Ying se conmovió mucho. Su matrimonio había estado lleno de vueltas y revueltas.
Había pasado casi un año y todavía no se habían casado.
—Está bien, te haré caso —dijo Gu Ying.
Gu Ying estuvo callado un rato antes de preguntarle a Mo Ruyue:
—Si realmente fueras la princesa del Reino del Norte, ¿volverías allá?
—¿Por qué habría de volver? Mi hogar está aquí, ¿por qué habría de volver? —respondió Mo Ruyue.
Mo Ruyue miró a Gu Ying, quien estaba obviamente un poco nervioso, y tomó la iniciativa de agarrar su gran mano.
Había muchas callosidades gruesas en sus palmas cálidas y secas, dándole una sensación de seguridad.
—No te preocupes, incluso si realmente soy la princesa del Reino del Norte, los llevaré conmigo cuando vuelva. No importa a dónde vayamos, nuestra familia debe estar junta, no puede faltar nadie.
—Está bien, iré a donde tú vayas —aceptó Gu Ying, tomando las manos de Mo Ruyue.