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Sin embargo, su cosecha esta vez no fue pequeña. Lo más importante era que había conseguido sangre y mineral. Uno podría salvarle la vida, y el otro podría usarse para fabricar herramientas salvavidas.
Al ver que ella no lo aceptaba, Duanmu Xize no la obligó. Guardó cuidadosamente la orden de elogio. Mientras esta cosa estuviera en sus manos, si algo sucediera, él seguiría siendo el responsable.
De esto se podía ver que Mo Ruyue era una persona extremadamente cautelosa y parecía tener muy claras las reglas del juego.
Sin embargo, ella era solo una plebeya, ¿cómo sabría acerca de esto?
Una pregunta cruzó por la mente de Duanmu Xize. Sentía que la Señora Qin era cada vez más misteriosa.
—Maestro Duanmu, si no hay nada más, me retiraré —dijo Mo Ruyue.