[El ruido del acero chocando con el acero, gritos y sangre fluyendo en el fragor de la batalla seguido por una cegadora luz.]
Inspirando cómo si no hubiera oxigeno despertó. Se sentó instintivamente, cubierto en un frío sudor, respirando con suma dificultad, inmerso en sí.
"Mi señora adora los hombres con problemas... aunque este no está mal." pensó una muchacha con la mirada fija en el pálido pelinegro quien descansaba inclinado con nada más que sus pantalones sobre aquel gran y cómodo lecho.
Aún respirando algo entrecortado y ensimismado, dirigió su mirada hacía su sus brazos, a su pecho, y luego alejó sus manos. Un montón de cicatrices cubrían su pálida piel. Trató de aventurarse a revisar más abajo pero un carraspeo lo hizo reaccionar.
Seguidamente una bella señorita de liso y castaño cabello con traje de maid habló en dirección al chico que hasta poco esta inmerso en una exhaustiva revisión.
"Mi nombre es Lisa, mi señora me encomendó su cuidado. Actualmente estás en una habitación de invitados dentro de su dominio."
Recobrando la calma el joven observó a la chica, reflejaba no más de 18 años de edad, un semblante calmo con una sonrisa honesta y ojos con tonos ocre.
Pronto recorrió con la vista aquella habitación adornada con pinturas, terciopelos rojos y un largo cilindro metálico sobre una base de igual material que se extendía hasta el techo. Tras de sí, un par esposas acolchadas incrustadas (y ajustables) en el respaldo de la cama King Size en la que se encontraba.
Un escalofrío recorrió su espalda con el descubrimiento.
"(Tos) Algunos invitados de mi dama tienen gustos... particulares." Dijo la señorita en un tono serio mientras se levantaba, con los ojos cerrados y un ligero rubor en sus mejillas.
"Tan sólo te realizaron un chequeo mientras estabas inconsciente así que no te hagas ideas raras." Dijo mirando al pálido hombre mientras se dirigía a un mueble cercano.
El joven dio un profundo respiro con sus ojos cerrados antes de levantarse de un salto e inclinarse frente a la chica.
"Lamento las molestias, no he terminado de asimilar toda ésta situación, creo que no puedo decir mi nombre, tan solo sé que termina con U!" expresó con gran efusividad.
La muchacha mostró un semblante de sorpresa antes de tratar inútilmente de controlar una sonora risa que escapó de sus labios filtrándose entre sus manos.
"'Así que con U, eh?" dijo recuperando la compostura tras tan extraña disculpa. abría y rebuscaba algo en un armario cercano.
"Bueno..." Dijo la joven dama con un semblante pensativo.
"Dicen que cada nuevo comienzo viene del final de algún otro" expresó alegremente mirando dentro del mueble.
"Qué te parece Uzziel?" Dijo al joven mientras, con una sonrisa, extendía una negra y satinada bata con un par de pantuflas.
El joven levantó su mirada y devolvió la alegre expresión a la vez que extendía sus brazos.
"Fenomenal" dijo mientras un regocijante calor brotaba de su corazón.
[Integridad del alma: 66,66%]
Pronto un golpeteo se escuchó en la puerta, Lisa abrió, al momento una sirvienta ingresó trayendo consigo nuevos ropajes los que, aunque simples, le dieron la impresión de ser bastante caros.
"Te hemos preparado un baño especial para que puedas relajarte antes de la cena. Nos vemos en un rato!" indicó Lisa antes de retirarse agitando su mano en despedida.
La otra sirvienta enseguida solicitó que el joven la siguiera, fuera de la habitación otras dos se sumaron a la procesión, dirigiendo al joven hacia el baño entre risitas, toques y miradas coquetas.
Simplemente trató de ignorar estos avances.
Un espacioso pasillo se extendía con candelabros chapados en oro y múltiples decoraciones propias de la nobleza que le otorgaban un carácter distinguido. Alfombras de terciopelo y cuadros de los más explícitos temas adornaban cada lado junto a diversas ornamentaciones y plantas seguidos de puertas cada tantos metros dando la impresión de contener espaciosas e innumerables habitaciones.
Cada tantos pasos algunos gemidos y chillidos del crujir madera se escapaba de algunas de las innumerables puertas, el muchacho veía la imagen de la santa viuda pelirroja tornarse en la de una hambrienta súcubo salivando por su magullada carne una habitación a la vez.
En mitad de su caminar se cruzaron con un anciano de guapas facciones fumando de una pipa sostenida por una dama mientras caminaban en la dirección contraria. Al otro costado y bajo su alero le acompañaba otra sensual dama, ambas en el orden de unos 20 años. Trajes cortos, negros y sexys de conejita cubrían parte de sus cuerpos, unas orejas blancas y aterciopeladas adornaban sus cabezas, miradas coquetas provenían de sus rostros y mallas negras delataban sus piernas rematando en unos afilados tacones de igual color.
Al ya mayor hombre se le notaba contento, su atuendo se componía de una bata roja satinada, sombrero blanco de capitán de yate y un emblema plateado de un conejo pinzado en la misma. Observó al frente, examinando al grupo que se aproximaba.
"Bienvenido, donjuán" expresó al pelinegro chico acompañado de 3 maids a la vez que le dirigía una genuina sonrisa acompañada de un guiño cargado de orgullo.
Una parte de Uzziel sintió un sueño hecho realidad.
[Integridad del alma: 69,99%]
Luego de 15 minutos más de un largo caminar, la procesión se detuvo frente a una puerta, la misma tenía detalles en mármol y oro.
Una de las maids se adelantó a abrirla e hizo un gesto para que el joven ingresara, otra le entregó la ropa que hasta ese momento había cargado. Una aromática y relajante esencia ingresó por su nariz con toques de jabón y lavanda sumado a algo de vapor que filtraba del interior dejando al joven hombre absorto en el aroma con una expresión aturdida y feliz.
Sin ulterior aviso las señoritas dieron un paso con coquetas sonrisas. El sonido sacó a Uzziel de su embobado estado, raudamente bloqueó la puerta con el pecho en frente de las coquetas damas que deseaban "ayudarle".
Las chicas se agolparon, tratando entre ruegos, manoseos y cosquillas hacer ceder al joven que, cual estrella de mar, resistía con fuerza sujetándose de los extremos del marco.
Tras varios segundos de aguante y negativas reiteradas ante los fogosos avances de las bellas sirvientas, se resolvió por empujarlas para luego echar seguro a la puerta. Para sorpresa de sí fue mucho más fácil de lo que creía.
Respiró aliviado con una palma en la puerta, por fin, pudo admirar el paisaje frente a sí. Se encontró en una antesala de madera de abedul amoblada con variados espacios vacíos donde dejar pertenencias. Variedad de estantes con tónicos, aceites y utensilios propios de un baño e incluso velas aromáticas estaban dispuestos ordenadamente esperaban el ser alcanzados.
A mitad de la pared frontal a la puerta había una cortina blanca y satinada. El chico dejó toda lo ropa organizada, se cubrió con una toalla y cruzó al otro lado de la habitación.
Cruzando aquella se encontró con una amplia habitación cómo nunca hubiere imaginado: cuadrangular, espaciosa y de negro color.
En el medio de la habitación se encontraba una piscina de mármol redonda, empotrada en el piso, rodeada por 4 pilares de igual material en una disposición cuadrada y perfectamente geométrica. Sobre la misma un cielo estrellado con luna llena se visualizaba, del que un suave brillo blanco caía formando un halo del mismo ancho de aquella circular abertura hasta interior del agua.
A un costado de la esta se divisaba una estatua, sobre una base curva, de un sátiro esculpido en cuarzo que vertía regularmente cristaliza y vaporosa agua desde un jarrón del mismo material posado entre sus brazos.
En las paredes laterales inmensos espejos estaban centrados y posados en un ángulo levemente inclinado con cierto asiento rojo de determinado uso dispuesto sobre alfombras a juego, algunos "juguetes" podían encontrarse en pequeñas repisas cercanas a estos.
Hacia el fondo de la habitación una gigantesca especie de pantalla proyectaba el espacio y diversas galaxias con una definición de imagen alucinante. En un costado se podía ver una sutil abertura y bajo esta un carro de servicio dorado.
Parte de su mente que no era ajena a ese tipo de sitios aunque miles de veces menos lujosos.
Las múltiples sorpresas de su instancia tan sólo le invitaron a dar un suspiro de resignación. Se relajó y dejó caer una toalla que lo había acompañado hasta ese minuto antes de encaminarse al medio de la gran y curiosa habitación de baño.
Miró el reflejo de su cuerpo reflejado en uno de los espejos, parecía de entre 16 y 18 años. Si bien definido y esbelto, le recordó a un muñeco de trapo con terminaciones finamente cosidas pero notorias en articulaciones y demás lugares que lo hacían parecer un rompecabezas, exceptuando alrededor de una cuarta parte de su lado izquierdo partiendo desde el abdomen.
Sus manos estaban trabajadas, con venas y callos provenientes de la práctica reiterada de algún arte marcial. Su cuerpo remataba en un bien definido sixpack seguido poco más abajo de un colgante y exótico Kukri de carne descansaba presto a la batalla bajo la terminación de su abdomen.
Imperceptibles risas y expresiones de sorpresa se producían al otro lado de la gigantesca pantalla en la pared del fondo.
[Diosas observan ruborizadas con miradas coquetas]
[Dioses observan complacidos su creación]
Uzziel tocó el agua, temperatura perfecta, no pudo sino poner una expresión distendida mientras se sumergía en las cálidas aguas bajo un cielo estrellado hasta la altura de su cuello, sin mayor ruido que el fluir de las aguas desde la estatua. Transcurridos varios minutos del mejor baño de su vida salió, se secó y volvió a la antesala a probarse sus nuevos ropajes dejando el resto en un espacio dispuesto para aquello.
Una camisa de lino roja, pantalones negros y zapatos de igual color cubrieron su cuerpo con un tallaje perfecto. Un cinturón con unas siglas "GC" en una curiosa disposición y un reloj plateado de copyright más conocido acompañaban cómo accesorios. Tomó un poco de laca y un cepillo de uno de los estantes antes de peinar su cabello hacia atrás.
[Diosas aprueban la elección de vestuario.]
Una vez listo escucho un golpeteo proveniente de la blanca puerta a su espalda.
[Una poderosa fuerza suprime la visión.]
De inmediato el joven salió cerrando tras de sí.
"Bastante bien... 60/100" dijo la alta y provocativa dama en un tono seductor, con el negro velo sobre su rostro. A su lado una joven conocida la acompañaba.
El joven le dirigió una gran sonrisa a ambas damas.
"Creo que quedó corta por 40 mi señora" se escuchó doblando una esquina desde un sector posterior al espacioso baño, pronto una muchacha de cortos cabellos castaño claro y ojos dorados pálidos de edad similar a Lisa apareció acompañada de una ruborizada sirvienta en dirección al grupo.
"Marie!" Dijo la pelirroja con felicidad.
Una vez estuvieron lo bastante cerca expresó "Me parece que ya viste dónde quedaron esos 40 o no?" Dirigiendo una mirada coqueta a las partes bajas del varón pasando a posarse en las recién llegadas damas. Su mano izquierda cubría su boca a esto siguió de un guiño dirigido al pálido hombre ante sí.
Marie, su acompañante y Uzziel ardieron en rubor mientras la pelirroja dama reía sensualmente y Lisa los observaba en confusión.
Pasado el bochorno inicial fueron dirigidos a un compacto y acogedor salón donde las 2 linduras, Lisa y Marie, acompañaron a su sobrenaturalmente bella señora y Uzziel. Se sentaron las 3 damas frente al joven hombre en una fina mesa de roble con grabados sutilmente lascivos e igual decoración pero sin perder el gusto propio de la alta nobleza.
La sensual mujer fue la primera en romper el hielo.
"Bueno, a propósito de nuestro llamativo encuentro de anteayer no me fue posible presentarme." Dijo la sexy mujer en un tono serio.
"Me llamo Afrodita, creo que ya presumes a que me dedico y el tipo de Diosa que soy. Veo que ya conociste a Monna."
A la chica de cabello castaño liso le tiritó un párpado al escuchar el nombre que le causaba disgusto.
"Y esta otra chiquilla es Pauline. A veces puede ser medio caprichosa." expresó mientras la Sierva mostraba similar reacción a su igual.
"Lamento profundamente haber causado molestias a su Excelencia con este frágil e inconsciente ser. No tengo palabras para expresar mi desdicha de haber causado inconvenientes a pesar de las advertencias de aquel perro." dijo el joven dando una pausada reverencia.
[En algún lugar privado del Panteón Sin Fin, un mayordomo con cara de Doberman estornudó sentado mientras sostenía un habano encendido.]
"Juntarme con ese ganado debe haberme contagiado algún mal" Expresó antes de seguir con su recreación.
De vuelta en los Dominios de Afrodita...
"Destino es una dama caprichosa, por favor no te culpes por ser objeto de sus bromas." aseveró con una suave sonrisa la belleza sin igual.
"De igual modo siento aún más el no haber sido capaz de compartir un breve pasar con tan hermosa mujer." Alagó el joven hombre a la Diosa.
"Mmm... si bien no pudimos tener nuestra cita, siéntete en confianza de venir a verme cuando gustes durante tu estadía en El Panteón. Este dominio siempre estará abierto para ti." Guiñó coquetamente un ojo mientras alcanzaba una de las manos que el joven tenía apoyadas en la peculiar mesa.
Un ligero picor recorrió en la mano recurrida por la Diosa junto a una particular sensación de calor en el miembro y vértigo en la cola.
"Debido a que me encuentro sumamente ocupada te daré un premio de consuelo, estas chiquillas están a tu disposición por el día, aprovéchate de ellas..."
Luego de una notoria pausa. "...y resuelve todas tus dudas, estoy segura que te será de ayuda durante estadía."
Ambas damiselas miraron a su señora con sorpresa pero asintieron a la orden, ambas comprendían los sentimientos de su Patrona respecto al muchacho así como las limitancias que el pacto tenía a su respecto.
"Suerte cariño". Dijo la Diosa tirando un beso a la mejilla de Uzziel antes de retirarse. Él, presto se levantó y dio una solemne reverencia hasta que la preciosa Diosa desapareció.
"Muy bien Marie..." dijo Lisa levantándose con entusiasmo de la silla. "...!Manos a la obra!"
La joven a su costado dio un suspiro de resignación antes de levantarse de la propia.
Los tres jóvenes salieron de los dominios de la Diosa hacia un lujoso distrito bastante alejado de donde el joven empezó su periplo, colmado de gigantescos edificios con bastante espacio entre unos y otros.
Tras de sí estaba una magnífica Soapland de refinada arquitectura e imponente tamaño con una fachada oscura de madera que recordaba a la arquitectura propia de Japón o china en una época antigua. Hermosos y gigantescos jardines plagados de los más variados invitados y flores se extendían a su alrededor.
Uzziel sólo tuvo un momento para apreciar y memorizar tal estructura antes de ser jalado por las bellas muchachas para continuar su camino.
En su paseo, disfrutaron de mil bondades y ciertas atracciones del Panteón Sin Fin. Respondieron cada pregunta de Uzziel y explicaron la disposición general del Panteón Sin Fin mientras recorrían el lugar, amigándose cada vez más.
Nadie se atrevió a acercarse al adolescente pelinegro debido al aura emanado por las Siervas de una poderosa Diosa.
El Panteón se componía de diversos distritos y biomas dependiendo del poder e influencia de los distintos dioses. Los sectores más próximos al Hall de los novatos está lleno de Deidades menores que buscan agenciarse los individuos de voluntades más endebles. En la medida que más lejos uno se movía, menos y más poderosas existencias se iban congregando. Sólo las Deidades Primordiales se encontraban en un plano inalcanzable por medios convencionales, aún así para las más poderosas Eminencias dentro del Panteón, salvo excepciones.
Habían varios lugares y zonas de descanso esparcidos para las almas errantes en búsqueda del favor de los Dioses aunque no era raro ver que aquellos interesados le otorgaren dependencias dentro de sus dominios a sus postulantes para no dejarlos a merced de otro Dios. También existían variados sectores gratuitos repartidos por todo el lugar donde disfrutar de parte de las distintas divinidades a objeto de aplanar el camino hacia sus corazones.
"¿Cuál es el rédito de todo eso?" Preguntó Uzziel sentado en el exterior la sede central de uno de los numerosos propiedad de la Dioses Bistrea, administrado por el Siervo Kaldi quien era íntimo amigo de las acompañantes del joven.
"Dos cosas: Primero, darle emoción a sus eternas existencias creando protagonistas capaces de crear emocionantes y únicas aventuras para pasar el tedio de la vida eterna." Respondió Marie.
"En segundo lugar..."
Lisa dirigió una mirada amenazante a su compañera la cual detuvo en seco la explicación de la pelicorta muchacha.
Para seguir vivos... Los Dioses necesitan adalides que potencien su poder con la adoración de nuevos creyentes en los diferentes mundos a propósito de la acción de sus elegidos. En última instancia, estos adoradores e incluso los campeones podrían ser alimento para los Dioses o Siervos de confianza, estos últimos no escapaban de tal amargo posible destino.
Lisa carraspeó antes de tomar las riendas de la explicación: "Omitiste algo, los seres humanoides dotados de espíritu y raciocinio poseen cierto grado de divinidad en sus almas provisto por el cosmos desde su origen. Esto puede cultivarse o forzarse por... ciertos medios. Aumentar tal poder es de sumo beneficio para Sus Excelencias, eso en segundo lugar." expresó la dama con sumo énfasis en la parte final.
Tras una ligera pausa para tomar de su vaso continuó: "Tal Divinidad puede estar activa (permitiendo manipular la magia, tener cuerpos más robustos y/o crear milagros) o durmiente, en ocasiones poderosos individuos nacen con almas de tal fuerza que podían convertirse en el receptáculo de un Dios durante su vida, a lo menos su oráculo en el mundo."
"Eso sí ambas condiciones son exclusivas y azarosas, no le permiten a cualquier Ser bajar del Panteón. Excepcionalmente pueden descender por tiempos cortos a través de sus Elegidos o en ayuda de estos pagando cierto precio." Complementó Marie.
"También, en casos de excepción, los sirvientes distinguidos tenían la posibilidad de ascender al cuidado personal de su Patrocinador por la eternidad." dijeron ambas chicas con orgullo.
"Y algo varias veces mejor pero muuuucho más complicado." dijo Marie con la mirada fija en el bello muchacho pálido sentado frente a sí.
"¿Qué sería eso?" Consultó el joven expectante con una mirada seria.
"Un secreto" dijeron ambas bellezas seguido por unas risitas con sus ojos cerrados y manos sobre sus bocas.
"¿Será...convertirse en uno?" Pensó el chico mirando a las chicas levantando una de sus cejas mientras bebía de su cappuccino.
Por supuesto, en su explicación, Lisa y Marie sólo trataron puntos permitidos mientras disfrutaban de la cafetería. Existen cosas que las Siervas de Afrodita tenían permitido conocer más no divulgar hacia los postulantes al igual que otros sirvientes de Los Dioses.
Si bien las damas estaban ligadas al pacto de su señora, eso no impedía que pudieran torcer sutilmente frases sobre materias de reserva para interpretación del joven.
Asimismo detallaron las funciones de cierto elemento que hasta ese punto el chico no había podido acceder debido a su atribulado inicio. Pronto, gracias a sus maestras, aprendió a acceder a un mapa con su ubicación en tiempo real, una útil guía con información sobre los distritos y Dioses, y el tiempo hasta que terminara su estancia en el Panteón.
[18:00 del 3°día. Tiempo hasta el Sorteo de Mundos: 4 días, 2 horas.]
Una vez abordado el panorama general y resueltas las dudas de Uzziel, volvieron a los dominios del Motel de Afrodita. Ella sería la última noche que el joven pasaría en compañía de las tres bellas damas antes de emprender verdaderamente la búsqueda de un Mecenas Divino.
Los tres cenaron en la misma habitación con la mesa de roble en que hablaron en conjunto horas antes en la mañana, Afrodita apareció en un outfit diferente: satinado y provocador, con un velo cubriendo hasta la punta de su respingada nariz. Se rieron y platicaron de variados temas siendo agasajados con refinados platillos provenientes de un millar de mundos, si bien en El Panteón Sin Fin no existía el hambre ni la sed por ser los cuerpos la representación del alma expresada de forma comprensible para los cerebros no iluminados, comieron y bebieron -excepto Uzziel quien no sabía si era mayor de edad- hasta que un reloj cucú marcó las 12 mostrando una figura de mecanismos bastante ordinaria que causó la risa entre las señoritas y un suspiro decepcionado del joven de blancos ojos.