—¡Lárgate, un buen perro no estorba el camino! —ordenó con calma Lu Ming ante las amenazas de Lu Bing.
—¿Tienes ganas de morir? ¡Destroza su boca! —aulló furiosamente Lu Bing.
—¡Sí, Joven Señor Bing!
Los dos hombres detrás de Lu Bing eran jóvenes y fornidos, de unos dieciséis años de edad, y como Lu Bing, eran de la Quinta Rama. A medida que se acercaban a Lu Ming, uno de ellos se burló:
—Lu Ming, ¿todavía te crees el heredero del Meridiano de Sangre de la Familia Lu? ¿El joven maestro de los Lu? No eres más que un pedazo de basura, basura que ni siquiera es suficiente para ser considerado un sirviente. Te ayudaremos a despertar para que puedas verte claramente. No puedes permitirte ladrar al árbol equivocado.
—¡Joven Maestro! —La pequeña cara de Qiu Yue se blanqueó de miedo, sosteniendo fuertemente las mangas de Lu Ming con sus manos.
