—Lu Ming, no pelees conmigo esta vez. También está la señorita Xie. Cálmense, cálmense. ¡Yo resolveré esto! —Kong Jin de repente envió una transmisión de voz a Lu Ming y a Xie nianqing.
—¿Ah? —Lu Ming se quedó atónito.
Los ojos de Xie nianqing brillaron con una luz fría. Él estaba estupefacto.
En ese momento, Kong Jin dio un paso adelante y gritó:
—Digo, ustedes dos viejos necios, ¿acaso me están tratando como si fuera aire? Ahora, arrodíllense rápido y pidan disculpas a estas chicas, ¡y este Señor puede considerar darles un castigo más leve!
Estas palabras repentinas dejaron atónitas a Ruan Tingting, Qiao Xuan y a Shi Kai.
—Gordo, ¿qué acabas de decir? —El rostro de un anciano se oscureció.
—Anciano, ¿estás sordo? ¡Te he dicho que te arrodilles y admitas tus errores! —Kong Jin dijo con cara fría.
Lu Ming sonrió levemente pero no dio un paso adelante. Este gordo quería alardear frente a la mujer hermosa. Se lo permitiría.