Chi Yue estaba atónita.
No esperaba que Lu Ming repentinamente invocara un gran caldero y matara a seis expertos de la tribu de la serpiente Yin con un solo golpe. Además, había herido gravemente al anciano Kui y a Yin Que.
Todo esto la hacía sentir como si estuviera en un sueño.
¡Hu!
Lu Ming exhaló un largo suspiro de alivio y se derrumbó en el suelo.
Ahora, no había ni siquiera un rastro de esencia verdadera en su cuerpo. Su rostro estaba pálido, lo que fue causado por la extracción de su esperanza de vida.
—Lu Ming, ¿estás bien? —Xie Nianqing jadeó y caminó hacia Lu Ming para sostenerlo, sus ojos llenos de preocupación.
El cuerpo de Xie Nianqing era fuerte y su vitalidad era poderosa. Ahora, la herida en su pecho se estaba curando lentamente y ella estaba bien.
—Pequeña Qing, ayúdame a acercarme. ¡Quiero matarlos! —Lu Ming dijo.
Xie Nianqing asintió y ayudó a Lu Ming a caminar hacia adelante.