—Esta niña es realmente bonita y tiene una buena figura. Si al Señor Yao se le pasa el gusto de jugar con ella, tal vez en el futuro me la recompense, jeje. —El hombre con cicatriz de cuchillo pensó felizmente.
La razón por la que estaba tan entusiasmado era porque tenía esta idea.
Porque en el pasado, Yao Gu había dado mujeres con las que se había cansado de jugar a sus subordinados.
Detrás de Yao Gu, los demás apretaron los dientes y miraron envidiosos al hombre con la cicatriz del cuchillo. Secretamente lamentaron no haber actuado más rápido justo ahora y haber dejado que ese tipo los superara otra vez.
—¡Debiste, inmediatamente, quitar tus sucias manos! —En ese momento, una voz extremadamente fría resonó.
Su voz era como la nieve en invierno, fría y escalofriante.
Un joven de alrededor de 20 años se acercó, y sus ojos estaban llenos de intención de matar.
Él era, naturalmente, Lu Ming.