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—¡Maldita sea, maldita sea! ¡Ese maldito pequeño bastardo! —Qin Qingfei rugió.
—¿Cómo no iba a saber que Lu Ming estaba intentando subir el precio con él? Este era un medio para vengarse de él por haber subido el precio anteriormente.
—¡Ocho millones! —Qin Qingfei rugió y llamó un precio alto de ocho millones.
—¡Ocho millones cien mil! —Lu Ming continuó añadiendo otro cien mil.
—¡Maldito muchacho, estás subiendo el precio a propósito y perturbando el orden de la subasta! —Qin Qingfei no pudo evitar gritar.
—Jeje, qué risible. ¿Quién ha dicho que estoy intentando subir el precio? Esto es una subasta normal. ¿Tú puedes ofertar, pero yo no? —Lu Ming se burló.
—Eso fue lo que Qin Qingfei le había dicho a Lu Ming y Feixue previamente. Ahora, Lu Ming le devolvía el favor.
—¡Maldita sea, 8.3 millones!
—¡Ocho millones cuatrocientos mil!
...
—¡Nueve millones! —Qin Qingfei gritó el número histéricamente.