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Las piernas de Mo Bing fueron rotas por Lu Ming y la sangre fluía hacia afuera.
Mo Bing gemía de dolor, y hasta las lágrimas se le derramaban.
Un gran número de personas alrededor miraban conmocionadas.
Mo Bing era el discípulo genio de la familia Mo y era muy famoso en su Tian city. ¿Alguien se atrevió realmente a romperle la pierna? ¿Quién era esta persona?
Muchas personas evaluaban a Lu Ming y adivinaban en secreto.
—¿Qué estás gritando? ¡Ahora, lárgate! —Lu Ming gritó con enojo.
Como si les hubieran concedido amnistía, los cuatro hombres fornidos lucharon para levantarse, sostuvieron a Mo Bing con su otra mano y huyeron.
Lu Ming no se preocupaba y continuaba paseando por las calles.
Después de pasear por un rato, regresó.
Justo cuando volvió al patio de Mo Ying, se encontró con Mo Ying.
—Hermano Lu, ¿cómo están tus heridas? —preguntó Mo Ying.
—Casi recuperado —Lu Ming asintió y sonrió.
—Entonces, eso, ¡eso! —Mo Ying tartamudeaba y se detenía.