—Lingling, ahora tienes un amigo. ¿Podrías comprarme una bebida también?
Un anciano de cabello blanco se acercó y sonrió.
—¡Quinto Abuelo, por supuesto que sí!
—La niña dijo con una sonrisa.
El pequeño pueblo de montaña era muy sencillo. Nadie tramaba y sus sonrisas eran limpias. Lu Ming no pudo evitar contagiarse. Agarró el té con leche y tomó un sorbo. Era muy dulce.
—Hermano mayor, ¿está bueno? —la niña parpadeó con sus grandes ojos y preguntó.
—¡Está bueno! —Lu Ming sonrió.
—¡Gracias, hermano mayor! —la niña reveló una sonrisa feliz y saltó alrededor. Las campanas en sus muñecas y tobillos sonaron con un sonido agradable.
Las personas en el pequeño pueblo de montaña eran todas muy sencillas. La llegada de Lu Ming atrajo a muchas personas para observar. Sin embargo, la mayoría eran muy sencillos y honestos. Le sonrieron a Lu Ming, y sus sonrisas revelaron su sinceridad.