Cuando Lu Ming le contó cómo llegó a la ciudad santa, participó en la competencia de la generación más joven y cómo entró al territorio del demonio abisal, los ojos de Xie Nianqing relampaguearon con un atisbo de frialdad. —Lu Ming, te han engañado. Como a mí, es muy difícil conseguir diez mil puntos.
Luego, miró a Lu Ming con cariño y dijo:
—Lu Ming, ¿por qué eres tan tonto? ¡Es todo por mi culpa que estás en este lugar!
—¡Tonto, si no viniera aquí a buscarte yo mismo, no estaría tranquilo! Por cierto, ¿llegaste aquí después de regresar de Ninedragons? —preguntó Lu Ming.