—Sabía que las cosas se saldrían de control, pero esto… —dama Astaria comentó mientras bloqueaba la espada de Allura que estaba a punto de decapitar a Ricardus—. Esto está demasiado fuera de mis expectativas.
Ricardus, quien finalmente salió de su ensoñación, abrió sus ojos y, al ver a Astaria frente a él, los abrió asustado.
—¡Dama Astaria! ¡Por favor! ¡No deseo morir! Estaba equivocado, ¡estaba equivocado! ¡Me he dado cuenta de mi error! ¡Por favor, déjame vivir!
Se arrodilló y frotó su nariz contra el suelo.
Así de asustado estaba.
Viendo la muerte justo frente a él, no le importaba nada en este momento.
—Ricardus, todavía estás en presencia de tus súbditos, —Astaria preguntó con una mirada de disgusto en su rostro—. ¿Qué clase de comportamiento indecoroso es ese?
Al oír su respuesta, Ricardus frunció el ceño confundido.
Alzó la cabeza y, una vez que miró a su alrededor, notó que otros lo miraban con sorpresa.