—¡Viólame el culo, maestro! —La shamanessa deslizó su taparrabos a un lado, mostrando su raja húmeda—. Es todo tuyo. Fóllame como quieras~
Mientras Shel movía su trasero, sus gordas nalgas se aplaudían entre sí. Había un tatuaje de serpiente negra en su nalga izquierda que se estiraba hasta su muslo, enroscándose a su alrededor y añadiendo un sentido de rebelión.
—¡Paht!
La nalgada tatuada de la sexy orco tembló con un sonido crujiente cuando Jake la agarró. Tirando de su carne, él hurgó la caverna entre sus montañas traseras.
—Mrrmmm... —Shel lamió su labio superior y rodó los ojos, sintiendo una barra gruesa y caliente deslizándose lentamente dentro de su coño.
Habían pasado veinte años desde que sintió esto. Después de que Shel se convirtiera en la shamanessa de la tribu, ningún orco macho había podido alcanzar sus altos estándares.