Jake no perdió tiempo en corromper a la Shamanessa Orca. Sería un desperdicio no saborearla.
De hecho, estos orcos encajarían mejor en su mazmorra. Parecían más inteligentes que los que había comprado en el sistema.
Jake ya había reclamado a toda la tribu en su mente. Con la shamanessa bajo su control, los demás seguirían de una forma u otra.
—Llévanos al Piso 24 —dijo Jake, montándose en Bella. Perry y Erin montaron a Ella.
—¿Qué hay de esos humanos, Venerable Conde? —preguntó Shel, señalando a los aventureros detrás de ellos.
Jake giró la cabeza y los miró brevemente.
—Ellos no tienen relación con nosotros —dijo—. Pueden hacer lo que quieran. Aunque si se vuelven hostiles, díganles que ahora me pertenecen.
Los centauros caminaron hacia adelante mientras la Shamanessa Orca se inclinaba, presentando su escote tatuado.
Ruxa conocía el camino hacia el piso 24. Era a través de un edificio abandonado en la aldea de los orcos.
