El joven ave Sol se había recuperado mucho durante su breve estancia en el templo del Fuego. No era sólo el aura ardiente lo que ayudó a su recuperación, sino la energía divina que entraba en su cuerpo. Un secreto a voces en el reino de Cristal era que los pájaros eran tratados como deidades. Muchas tribus de distintas razas adoraban a los pájaros que mantenían alejadas las tinieblas e iluminaban sus tierras, proporcionándoles seguridad y calidez. Como tales, aunque los pájaros no eran deidades en sí mismos, compartían muchos aspectos con ellas.
Débilmente, abrió sus ojos para mirar a su alrededor. Pero antes de que pudiera hacerse una idea de su entorno, sus ojos se enfocaron en una única pata masiva. Alzó su cuello para tener una mejor vista y vio que la pata estaba unida a una tortuga enorme con un único cuerno que sobresalía de su frente.
—Oh querido —dijo la tortuga con calidez—. Pareces necesitar ayuda.
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