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La constante brisa soplaba suavemente sobre y alrededor de la criatura rocosa. El prado donde la criatura se sentaba en meditación estaba lejos de las áreas pobladas de la Posada, y por lo tanto estaba desprovisto del ajetreo y bullicio de la gente. En su lugar, solo los sonidos de la naturaleza la acompañaban.
Aunque la criatura técnicamente no tenía oídos, podía oír cualquier sonido que tocara su cuerpo rocoso. Así que no era una exageración decir que escuchaba con todo su cuerpo el sonido de la hierba susurrante, el susurro del viento, el aleteo de las alas de los pájaros y el arrullo de las muchas palomas que se posaban sobre su cuerpo rocoso.