—Vuelve a casa… —susurró el Oráculo, mordisqueándose el labio inferior mientras observaba al Dios dormido.
El párpado de Nial se contrajo, casi como si en realidad pudiera escuchar al Oráculo. Sus susurros resonaban en sus oídos, pero al final del día, nada parecía cambiar.
—Por favor… vuelve… —Hana también se unió, suplicándole a Nial.
Aunque no había estado cerca de Nial en las últimas décadas, él siempre había estado allí para ella. Puede que Nial en realidad no recordara mucho sobre Hana, pero definitivamente ese no era el caso de ella. Hana siempre había encontrado consuelo en las palabras y acciones de Nial.
Mirando hacia atrás, hacia la hermana de Nial, su amigo, su padre y las demás personas que se encontraban en el gran salón, Hana suspiró profundamente.
Todos estaban preocupados por su estado actual.
Un día se durmió y nunca más volvió a despertar.
Al principio, nadie se dio cuenta de que algo era extraño.
