La oscuridad que levitaba en el centro del Refugio Orión retumbó.
Se formaron ondas en su superficie y siluetas negras emergieron desde dentro. Expandiéndose lentamente, la oscuridad se movió, como si estuviera viva.
Las siluetas negras presionaron contra la superficie de la oscuridad levitante, intentando escapar del encierro del abismo.
—¿Es finalmente el momento?
Una voz hueca resonó desde dentro de la oscuridad.
—Pensar que nuestro segundo maestro fue lo suficientemente tonto como para caer presa de la misma existencia que el primer maestro. Ya es hora de que nos encarguemos de su miseria —dijo otra silueta.
—¿Encargarnos? Siempre fuimos demasiado débiles para apoyar al primer maestro, ¿y ahora quieres encargarte? ¡Solo cállate y sigue la voluntad del segundo maestro!
La tercera voz que resonó por todo el centro del Refugio Orión no era hueca. Era una voz muy familiar para los que estaban alrededor de Nial.
