—Incluso si Damian dejara de existir, eso no significa que no pudiera haber dejado un legado. ¿Y si estuviera preparado para iniciar una segunda Gran Guerra y destruir el Universo de una vez por todas? Estuve en el mismo sistema estelar que uno de los Demonios, y recordé a Dievro, la Serpiente. Ya no es un Dios ordinario. ¡Su fuerza es definitivamente comparable con la de un Dios Antiguo! —exclamó uno de los Dioses Divinos, una forma de vida humanoide con plumas cubriendo su cuerpo, cabeza de halcón y largas alas desplegándose desde su espalda.
Él vestía una armadura dorada que brillaba con un aura magnífica, la cual resaltaba el prestigio de su rango. Después de todo, ¡era un Dios Divino, uno de los cien Dioses más fuertes en el Universo conocido!
Una sola palabra suya era suficiente para erradicar razas enteras, y podía aniquilar planetas con un solo movimiento de su Bastón Solar de Armanium Dorado.