Azazel y los demás no estaban solos. Tenían tres extraños compañeros con ellos, cada uno más raro que el anterior.
Primero, había un corpulento cangrejohumano con pinzas del tamaño de la cabeza de un hombre, parecía más que capaz de aplastar cráneos con facilidad.
Al lado del cangrejohumano había una pequeña papa, de todas las cosas, caminando y hablando como si fuera lo más natural del mundo.
Su curiosa presencia provocó miradas desconcertadas de Ren y Evie.
Y luego estaba el tercer compañero, un autómata amórfico que no se parecía a nada más que una roca cobrando vida. Su forma cambiaba y se transformaba, adoptando diversas figuras a medida que se movía, su conciencia evidente en la manera en que observaba su entorno.
—¿Qué... qué son? —preguntó Evie, su voz apenas por encima de un susurro, sus ojos abiertos de curiosidad.
Ante ellos estaban tres seres diferentes a todo lo que habían encontrado antes.