Ren, Evie, Elena y Pamela buscaron refugio dentro del hostal, su santuario frente a la tormenta furiosa en el exterior.
El hostal exudaba un aire de calidez y acogimiento, con velas parpadeantes proyectando sombras danzantes en las paredes y un fuego crepitante en el hogar proporcionando un resplandor reconfortante.
A pesar del ambiente acogedor, la atmósfera dentro era tensa, con el viento aullante y la lluvia golpeando como constante recordatorio del tumulto que rugía más allá de las sólidas paredes del hostal.
A medida que se acomodaban, se hizo evidente que la tormenta no mostraba signos de remitir pronto. El cielo permanecía envuelto en oscuridad, y el constante redoble de la lluvia contra las ventanas parecía resonar a lo largo del hostal.
—¿Me pregunto qué les habrá pasado a los demás? —murmuró Evie, su voz apenas audible por encima de la tormenta.