Las propias puertas estaban flanqueadas por pilares imponentes, cada uno adornado con elaborados grabados y embellecimientos, marcando la frontera entre el reino mortal y el divino.
El aire alrededor de la Puerta del Cielo estaba cargado con un palpable sentido de anticipación, como si la propia tela de la realidad vibrara con la energía del poder celestial.
—La puerta se erigía como un símbolo de esperanza y salvación, un portal a un reino más allá de la comprensión mortal, donde las almas de los justos encontrarían paz y cumplimiento eternos.
—A pesar de su grandeza, también había un aire de solemnidad que rodeaba la Puerta del Cielo. Servía como un recordatorio de la gran división entre lo mortal y lo divino, un umbral que solo podía ser cruzado por aquellos considerados dignos de entrar al reino celestial.