A pesar de los mejores esfuerzos y las inversiones sustanciales de las corporaciones, se encontraban constantemente quedándose cortos, incapaces de igualar el rápido progreso de otros gremios en el juego.
Poco a poco, comenzaron a darse cuenta de que su persecución de Ren era inútil. Su dominio en Covenant era inexpugnable, y tratar de desafiarlo solo llevaría a más contratiempos y humillación.
De mala gana, llegaron a términos con lo inevitable y tomaron la decisión de firmar el contrato de sangre, reconociendo oficialmente la supremacía de Ren en el juego.
Con la firma del contrato de sangre, el León Negro, Dragón Dormido, Alianza del Destino y los otros gremios no pudieron hacer más que apretar los dientes de frustración y resignadamente inclinarse ante la dominación de Ren.
Fue una píldora amarga de tragar, admitir la derrota ante alguien a quien habían considerado un enemigo rompió su orgullo.
El ascenso meteórico de Ren al poder los dejó en incredulidad.