Ren dudaba, dividido entre su orgullo y la acuciante necesidad de ayuda. Siempre había preferido resolver sus problemas por sí mismo y le incomodaba la idea de cargar a sus amigos con una cantidad de dinero tan significativa.
Sin embargo, ante la realidad de su situación, Ren se dio cuenta de que tenía pocas opciones más que aceptar su generosidad.
—Ragnar, Isolde... Les devolveré el dinero a ambos, lo prometo —dijo Ren con sinceridad.
Ragnar rodó los ojos, con una sonrisa irónica en los labios. —Claro que lo harás. No te estoy regalando esto. Solo te lo estoy prestando. Y no prestaré sin recibir algo a cambio. Pero recuerda, te cobraré intereses, ¿vale?
—Espera, Ragnar, ¿no podrías ser más compasivo? Ren es nuestro amigo —intervino Leonel, su voz teñida de incredulidad.
Ragnar se encogió de hombros, impasible. —Los negocios son negocios. Prefiero mantener las cosas separadas.