Acercándose a la entrada amenazante de la arena, el grupo fue detenido abruptamente por la presencia de un pequeño diablo rojo que hacía guardia. Sus ojos brillaban con un hambre malévola mientras exigía almas como tarifa de entrada, un peaje que se debía pagar en la moneda del reino infernal.
Ren y los demás intercambiaron miradas, contemplando sus opciones ante esta demanda inesperada.
—¿Tienen almas? —preguntó Elena.
Ren y Evie negaron con la cabeza en respuesta.
Lorelai frunció el ceño y gruñó:
—¿Por qué no consigo tu alma y la ofrezco como pago, eh?
Desira rodó los ojos y dijo:
—Detente. ¿Resuelves todo con la fuerza?
Lorelai asintió con confianza:
—Sí. Resuelve la mayoría de los problemas rápidamente.
Desira negó con la cabeza en desaprobación, eligiendo un enfoque más diplomático. Le pagó al pequeño diablo las almas requeridas, asegurando una entrada pacífica: