La realización de que el demonio centauro había entrado ahora en un estado donde todos sus atributos se duplicaban significaba un presagio de condena para Azazel si incluso un solo golpe le alcanzaba.
La fuerza, velocidad y agilidad duplicadas de Hubrion estaban ahora en juego, creando un escenario de pesadilla para Azazel. Cada oscilación del colosal hacha de Hubrion llevaba un potencial devastador que podría destrozar la mismísima esencia del ser de Azazel.
El coliseo demoníaco se convirtió en un campo de batalla donde el desequilibrio de poder era palpable y las probabilidades parecían insuperables.
Azazel, a pesar de su habilidad y esfuerzo, se encontraba en un aprieto. Cada evasión, cada parada y cada contraataque exigían un esfuerzo extraordinario solo para sobrevivir al abrumador ataque del poder de Hubrion.