—Espera... —Ren se detuvo.
Podría venderlos y subastar las recetas; seguro que conseguirían un alto precio entre restaurantes y chefs.
—Y... —Ren miró fijamente a Elena.
—¿Qué? ¿Por qué me miras así? —preguntó Elena, insegura—. ¿Te has enamorado de mí ahora?
Ren la ignoró. Podría hacer que ella cocinara las recetas muy raras que había aquí y subastarlas.
—Elena, tienes utensilios de cocina y máxima competencia en cocina, ¿verdad?
Elena parpadeó antes de aclararse la garganta y dijo:
—Bueno... no quiero presumir, pero... usualmente cocino todo el tiempo en la cocina.
—¿No era tu hermana? —dijo Ren seriamente—. Pero de todos modos, ¿puedes cocinar todas las recetas muy raras de aquí?
Ren le entregó las recetas a Elena, y ella revisó las listas.
—¿Solo las raras? —preguntó Elena.
Ren asintió. —Sí. ¿Puedes hacerlo?
—Tengo los utensilios y algunos de los ingredientes, pero...
—¿Pero? —Ren no le gustó el tono de eso.