Mientras los corazones oscuros descendían sobre los rebeldes, se desplegaba una escena surrealista. Los alguna vez feroces guerreros sucumbían ante la insidiosa influencia de sus deseos.
Las alucinaciones envolvían sus mentes y una bruma de dicha reemplazaba la determinación en sus ojos. Corazones se materializaban en sus rostros, una manifestación visible de sus anhelos más profundos.
Derrumbándose al suelo, los rebeldes se encontraban perdidos en un mundo de ilusiones, atrapados por sus propias fantasías.
Los poderes de Desira, en lugar de causar daño, penetraban en el núcleo de sus deseos, explotando las vulnerabilidades que persistían en los recovecos de su subconsciente.
Azazel comprendió la misericordia calculada en las acciones de Desira y dijo, "Gracias".
Desira lanzó su cabello hacia un lado y cruzó sus manos. "Agradece que el Señor Azazel es misericordioso. Sabed que alzar vuestras armas frente a él significa la muerte la próxima vez".