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Mientras Ren y el grupo observaban a los demonios y diablos que poblaban las bulliciosas calles de la Ciudad del Pecado, la fachada inicial de júbilo comenzó a desmoronarse al examinarla más de cerca.
A primera vista, los habitantes de esta metrópolis de otro mundo lucían sonrisas que traicionaban una sensación de satisfacción extática.
Sin embargo, a medida que los ojos del grupo se posaban sobre los rostros de los seres aparentemente alegres, discernían una verdad más profunda grabada en sus expresiones.
A pesar de la apariencia exterior de festividad, los demonios y diablos exhibían un cansancio subyacente que trascendía el mero agotamiento físico.
Las sombras se adherían a sus ojos como pesadas cargas, y líneas de fatiga trazaban intrincados patrones en sus antes seductores rostros.
El brillo vibrante que inicialmente los adoraba ahora parecía mancillado, como si la esencia misma de su vitalidad hubiera sido drenada.