Voraxa yacía tendida en el suelo, derrotada pero desafiante. Lorelai se cernía sobre ella, con alas angélicas radiantes batiendo suavemente en su espalda, proyectando un resplandor divino que contrastaba marcadamente con los restos del oscuro aura de Voraxa.
—¡Malditos ángeles! Siempre interfiriendo —gruñó Voraxa entre dientes apretados. Su presencia antes amenazante parecía disminuida, pero un destello de determinación brillaba en sus ojos. —Y estuve tan cerca de resucitarte... mi señor.
Las manos de Voraxa se cerraron en puños, y sus uñas se clavaron en la tierra debajo de ella. La frustración era palpable en cada uno de sus respiraciones.
—No. No puedo dejar que esto termine. He resistido tanto tiempo, consumido todos los recursos de estas tierras solo para resucitarte... No puedo rendirme ahora.