Era un marcado contraste con la magnificencia de la capilla de abajo. El espacio también era grande, impregnado de una media luz siniestra que proyectaba largas y retorcidas sombras a través de las paredes.
Artefactos oscuros alineaban la habitación, cada uno exudando un aura de malevolencia. Un altar adornado con grabados grotescos se erigía en el centro, irradiando una sensación palpable de oscuridad.
Pero en medio de la oscuridad, surgió un elevador, su presencia traicionada por un tenue y fantasmal resplandor. El ascensor estaba adornado con patrones ornamentales, que se asemejaban a las alas de ángeles retorcidos en formas grotescas, y parecía atraerlos hacia adelante con un atractivo ominoso.
La magia disipadora de la Princesa Lorelai no solo había revelado el espacio físico sino también la malevolencia subyacente que impregnaba cada centímetro del segundo piso oculto.