—No me digas...
Elena sonrió, y Ren supo que estaba atrapado.
—Ahahaha. Relájate. Ya me hice cargo —Elena le dio unas palmaditas a Ren en la espalda, riendo—. Deberías haber visto tu cara.
La expresión de Ren no tenía precio.
—Mejor si aún quieres seguir conmigo en esta búsqueda —dijo él.
Elena soltó una carcajada, resonando como un tintineo en la tranquilidad del jardín.
—Oh, así que sí quieres que me quede contigo en esta búsqueda, ¿eh? —preguntó ella.
Ren rodó los ojos, pero una pequeña sonrisa se insinuó en las comisuras de su boca.
—No dije eso. Pero no sería lo peor del mundo tener a alguien tan hábil como tú a mi lado —afirmó.
Elena levantó una ceja, un brillo travieso en sus ojos.
—¿Hábil, eh? ¿Esa es tu manera de decir que quieres que te proteja? —bromeó.
Ren resopló, pero había un atisbo de diversión en su voz.
—Puedo cuidarme solo, muchas gracias. Pero no estaría de más tener algo de respaldo, por si acaso —admitió.