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—Hazlo.
Ren frotó la cabeza de su pene contra los húmedos y sedosos pliegues de Evie antes de guiar su polla dentro de su abertura.
—¡Duele como el infierno! —fue lo primero que pensó Evie cuando Ren empujó la cabeza de su pene en su vagina. Era como si alguien hubiera esparcido pimentón alrededor de su coño y lo hubiese prendido fuego. ¡Ardía! ¡Y vaya si ardía!
Cuando el resto de su pene fue empujado dentro de ella, la sensación de ardor combinada con el dolor intenso de su himen rompiéndose se intensificó exponencialmente, y gritó como nunca lo había hecho en toda su vida.
—¡Aaaarrgghh!
Ren se detuvo. Retiró su polla, y su dedo tomó el mando. Presionando el botón de su clítoris, frotando pequeños círculos para relajarla y calmarla, estimulando su vagina para producir más lubricante.