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El Pueblo de Kreg estaba lleno de viejas casas de madera que ya habían empezado a decaer. Áreas que no eran caminos sino terrenos embarrados.
Incluso desde lejos, criaturas que emitían el hedor de la muerte asaltaban sus sentidos.
Había una muralla que encerraba la Ciudad, pero por su aspecto, parecía que no se había cambiado desde hace siglos. Aunque la muralla era de piedra, parecía estar en ruinas.
En resumen, toda la Ciudad estaba lejos de estar bien mantenida.
La Ciudad albergaba diversas criaturas —la mayoría todavía eran humanos, pero también había elfos, enanos, gnomos, hombres bestia, medianos, hadas y similares.
Ratas correteaban en manadas, perros de aquí y allá ladraban a cualquier cosa que se moviera, y los gatos merodeaban.
La Ciudad en sí no era muy grande, y tampoco bullía de vida.