La guarida de Jibblinplip era su propio cuerpo masivo e hinchado.
—La única forma de matar a Jibblinplip es encontrar esa única mota original de brea —dijo Sebastián—. Está en el corazón absoluto de la criatura. Arráncala y luego destiérrala a donde pertenece.
—¿Desterrarlo? ¿No podemos simplemente matarlo? —preguntó La Princesa mientras los ejércitos tomaban la delantera, buscando trampas.
Sebastián negó con la cabeza. —No se puede matar en este plano. Simplemente se reducirá a un tamaño tan pequeño que el ojo desnudo no podría ver y escapará por su vida. Simplemente consumiría todo de nuevo y volveríamos al punto de partida.
—Pero, ¿cómo lo desterramos? Nadie sabe qué círculo mágico usaron esos magos o qué hechizo lanzaron para conjurar al monstruo.