—Déjame en paz, Zukulum —dijo Sharina como si fuera una orden, pero sonó como una súplica.
—Suicidarte no es la respuesta, Sharina.
—No tengo nada más por lo que vivir.
—Sí tienes... el clan te necesita. Ahora... más que nunca.
—... —Los ojos sin vida de Sharina se dirigieron a los orcos que la miraban con miradas suplicantes, expresiones llenas de dolor sin esperanza.
Un pulso de dolor adormeció todo alrededor de Sharina, y su corazón se volvió más frío que el hielo, dejándola incapaz de sentir nada. Quizás fuera algo bueno. Ayudaría en los días venideros.
Mediante respiraciones superficiales y frentes sudorosas, Sharina luchó para seguir adelante, el entumecimiento en sus extremidades la incitaba a tropezar, y lo único que la impulsaba a moverse hacia adelante y enfrentar un futuro sin sus hijos eran los miembros de su clan.