—Mirándose en el espejo, Saya no podía reconocerse sin maquillaje —se dijo a sí misma mientras observaba su reflejo—. Su piel estaba cenicienta, casi fantasmal. Un sudor frío brillaba en su frente y sus pómulos hundidos. Sus ojos, una vez vivaces, se estaban apagando, como si se aferrasen a su último resquicio de vida.
Se veía cansada. Enferma.
—Saya respiró hondo, sintiéndose tan agotada que prácticamente arrastraba su cuerpo para moverse. Estar en León Negro, compitiendo constantemente y esforzándose y siguiendo a Mike por todas partes, era agotador.
Ya no salen en citas, comer en restaurantes elegantes, ir de compras, ver películas, pasar tiempo juntos. Todo en lo que Mike pensaba era en el juego y en León Negro, lo que le irritaba.
Ya no era feliz, y todo estaba pasando factura a su salud mental y física. Estar con Mike la estaba enloqueciendo. Cansada.
Necesitaba tiempo a solas.
Necesitaba estar lejos de él. ¿Quizás un tiempo para enfriar las cosas?