—Parece que los fuegos artificiales están a punto de empezar —dijo Isolde con ojos inocentes mientras lamía el helado que tenía en la mano.
Entre los cuatro, Isolde y Ragnar obtuvieron la mayoría de los premios. Y lo peor, era con el dinero de Ren y Leonel.
—No te sientas mal —Ragnar le dio una palmada en el hombro a Ren—. Te invitaré a almorzar mañana —aunque decía eso, miraba las brazaletes en sus brazos, otro artículo que ganó con el dinero de Ren y Leonel.
—Te tomaré la palabra —Ren tenía que recuperar al menos el gil que gastó, o no podría dormir por la noche. Perdió en el juego y también unos miles de gil. Definitivamente no era su día.
—¿Puedo ir yo también? —preguntó Isolde, con una cara llena de esperanza y desbordante de alegría.
—Claro —dijo Ragnar sin preocuparse—. Incluso si Ren y los demás traían a algunos de sus amigos, a él le estaba bien.