Una miríada de estrellas comenzaron a caer del nuevo crepúsculo eterno que era el cielo, como si huyeran del cielo.
Algunas se apagaron para siempre, otras se estrellaron violentamente contra la Tierra. El cielo, ahora vacío de estrellas, parecía retroceder, abandonando la Creación a una realidad caótica carente de rima o razón.
Las masas terrestres se estrellaron unas contra otras, convirtiéndose en una sola y misma. Nuevos terremotos de intensidad apocalíptica empujaron, arrastraron y desgarraron las rocas fundacionales del mundo conocido.
Las tierras, desiertos, cadenas montañosas perdieron toda apariencia de equilibrio natural mientras islas se estrellaban contra las costas continentales o derivaban en los océanos.
Muchas tierras se perdieron en abismos y simas, otras cubiertas por olas. El mundo se redujo, a un tercio de lo que había sido y perdió toda forma reconocible.