La plaza del pueblo yacía ahora cubierta por un pesado manto de tensión. Las llamas titilantes del inminente fuego proyectaban sombras alargadas en los rostros de los aldeanos, cuyas expresiones estaban marcadas por una mezcla de miedo e incertidumbre.
Las palabras de Ren, pronunciadas con serena certeza, cortaron el aire, resonando como un toque de clarín desafiando la misma trama de su realidad.
—Ya sea que coman la carne o no, Voraxa los matará. De esto estoy seguro, y ustedes también lo saben, ¿verdad? —Las palabras de Ren golpean la verdad y resuenan a través de la conciencia colectiva de los aldeanos, obligándolos a enfrentar la dura realidad.
En el corazón atormentado de la plaza del pueblo de Alcance de Obsidiana, una división palpable se abrió paso entre los habitantes. Divididos entre la osada proposición que presentó Ren y la ominosa comodidad de arriesgarse a que Voraxa les permitiera vivir.