Ren sabía que ahora no era el momento de cargarla con las complejidades de su situación. Tenían una deuda que pagar, un mundo que explorar y un futuro que construir juntos.
La revelación sobre su condición evolutiva tendría que esperar.
La mirada de Evie, aún buscando en sus ojos, solo parecía parcialmente convencida. Su preocupación estaba grabada en las líneas de su rostro, pero asintió lentamente. —¿Estás seguro?
El pulgar de Ren trazaba suavemente círculos en el dorso de su mano, su toque un bálsamo calmante para sus preocupaciones. —Estoy seguro —le aseguró, con voz tierna.
—Mi cabello, bueno, probablemente sea solo genética, una peculiaridad de mis ancestros. Los médicos no pudieron explicarlo, pero no cambió nada. Estoy bien ahora. De hecho, nunca me he sentido mejor en mi vida. Y contigo aquí a mi lado, estoy completo.
Los pensamientos de Ren deambulaban en el laberinto de sus propias contemplaciones cuando, de repente, sintió una mano deslizarse grácilmente en la suya.