Cai había visto muchas chicas hermosas, pero no había visto a alguien tan incomparable como la mujer que tenía delante.
Las palabras de la dama, tan suaves como la seda y dulces como la miel, pasaron por sus oídos, haciéndole olvidar el dolor que sentía en ese momento.
Antes de que pudiera pensar y considerar adecuadamente la propuesta de la otra parte, sus labios se movieron por sí solos y dijeron 'sí'.
La sonrisa en el rostro de la belleza sin igual se ensanchó al escuchar su respuesta.
—Tienes tres segundos para soltarla, Ampelos —declaró la Reina Súcubo—. Si no lo haces, cortaré tu p*ne y se lo daré de comer a los Sabuesos del Infierno.
Como si le hubieran dictado sentencia de muerte, Ampelos soltó rápidamente el pelo de Cai, haciendo que la chica cayera al suelo.
Sin embargo, la Reina de los Súcubos levantó su dedo, y Cai flotó en el aire, ilesa.