—Gracias por tus servicios. Puedes descansar por ahora —dijo el Oráculo del Ejército Divino de la Luz a uno de sus subordinados que se arrodillaba frente a ella.
—¡Sí, Su Excelencia! —respondió el mensajero antes de abandonar la habitación.
Una vez que finalmente estaba sola, un suspiro escapó de los labios del Oráculo. Giró la cabeza, mirando el paisaje fuera de su ventana.
—¿Quién hubiera pensado que nuestro poderoso Imperio, que ha resistido durante cientos de años, sufriría grandes daños debido a un desastre natural? —el Oráculo sacudió la cabeza impotente.
Después de aquel gran terremoto que se propagó desde el centro de Elíseo, muchos reinos que pertenecían al Ejército Divino de la Luz sufrieron graves daños.
Aunque el número de personas heridas era incalculable, la parte positiva fue que la respuesta de los Clasificados y Santos fue rápida, y pudieron rescatar a aquellos que de otra manera habrían muerto sin ayuda de nadie.