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El hombre demacrado resultó ser un gran charlatán, lo cual Kieran esperaba dado su disposición fanática. Era típico en la naturaleza de un fanático querer hablar y difundir la palabra sobre su fe suprema autoproclamada.
Y eso hizo el hombre demacrado vestido con ropas sagradas.
El hombre era locuaz en exceso, describiendo con gran detalle cómo preparaba a los Sin Voz, cuántos de ellos habían sido reunidos y cómo llegaron a ser los Sin Voz.
Todos los Sin Voz eran niños de no más de doce o trece años.
Más allá de esa edad, se volvían demasiado difíciles de quebrar, entrenar y lavar el cerebro. Eso es precisamente lo que hacían estos extraños fanáticos... ¡lavaban el cerebro de los niños! ¿Cómo si no llamarías a la instilación forzada de fe mediante acciones sugerentes y manipuladoras? Lavado de cerebro.
«¡Jodidos lunáticos! ¡Me han metido en una comuna de lunáticos!»