Anidada dentro de la indiferencia insensible enterrada en las profundidades de los ojos de Adeia, una nueva emoción había aparecido, una que pensó que no podría sentir de nuevo—miedo.
Sin embargo, esta peculiar trepidación no prometía la probabilidad de muerte que ella buscaba desesperadamente.
Este miedo era un miedo conocido por todos los humanos—el miedo a lo inexplicable desconocido que requería demasiado esfuerzo para desentrañar la verdad y la certeza detrás de él.
Una vez comprendió la naturaleza de su miedo, la emoción dentro de los ojos de Adeia cambió una vez más, la filosa hoja de su odachi mortal perforando el suelo con precisa facilidad.
—¿Qué es esta habilidad en la que estás incursionando? —Estoy casi seguro de que tendrá consecuencias exigentes. ¿Estás segura de que es algo que puedes soportar?