Karyk se acercó al ataúd negro como el azabache, movido por la curiosidad de quién sería el cuerpo que reposaba en el ataúd principal.
Por estar colocado en el centro, se preguntó si era el cuerpo del primer ancestro de la Dinastía Elzeirana, aquel de quien descendía su linaje.
Al pasar sus dedos por la fría y lisa superficie, sintió una oleada de energía, como si el propio ataúd contuviera un poder desconocido que incluso hacía que un escalofrío le recorriera la espalda.
Era como si cada parte de su ser le advirtiera que no abriera el ataúd por alguna razón. Esta era la primera vez que sentía algo así. Era una sensación que no tuvo ni siquiera cuando vio al Señor del Reino Superior o al Emperador Elzeirano.
Ni siquiera la persona que destruyó el Cielo con Gabriel le provocó esta sensación. A veces, sentía que el ataúd contenía el fin de este mundo sellado en su interior.
