Aunque quisiera, no podía dejar atrás al hombre ya que no conocía la dirección ni nada sobre este lugar. Por mucho que estuviera ayudando al otro lado, todo era por su propio beneficio.
El Hombre Erudito estaba emocionado al escuchar la respuesta de Karyk.
—Gracias. Tu ayuda significa más para mí de lo que puedes imaginar —dijo el Hombre Erudito agradecido—. Estaré en deuda contigo para siempre.
Karyk asintió, una pequeña sonrisa jugando en sus labios. —No te preocupes por eso. Es una pequeña cosa.
Con eso, partieron hacia la Ciudad Celestial. El Hombre Erudito guiaba el camino, dirigiendo a Karyk a través del mar interminable.
Karyk no podía evitar impresionarse por la resistencia del hombre. Incluso cuando volaron durante días seguidos, él fue capaz de continuar sin descansar. Comparada con su fuerza, su resistencia no era para despreciar.